Que comience el viaje.
A mediados de octubre de 2020, España.
La situación está completamente fuera de control, seis meses después del inicio del trastorno mundial. Las palabras parecen inadecuadas para describir el caos que está ocurriendo. He observado pacientemente, como siempre hago cuando me encuentro ante eventos inusuales, y esta espera ha resultado más necesaria que nunca.
Desde el primer momento, nunca he tenido dudas: esta es una farsa espectacular. Lo que no podía imaginar era la proporción apocalíptica que asumiría. La pesadilla no da señales de terminar; cada día trae consigo nuevas sombras, escenarios cada vez más inquietantes.
Más allá del velo de la desinformación
Desde hace tiempo he elegido alejarme de la medicina convencional, aquella que nos ha sido impuesta como única vía para el bienestar. Una medicina que, aunque suprime los síntomas, incluso los más leves, a menudo intoxica el cuerpo y, en casos extremos, mata, dejando la responsabilidad en nuestras manos.
Creo en la fuerza de la observación y en la profunda comprensión del cuerpo, la mente y el espíritu. Estoy convencida de que una alimentación sana y un estilo de vida equilibrado son fundamentales para la prevención. Abrazando los tratamientos naturales, promuevo la educación en el respeto de las leyes universales, la conexión con el entorno y la aceptación de los ciclos naturales de la vida y la muerte.
Por esto, desde el principio, no me he preocupado en absoluto por la llegada de este presunto virus letal.
Aprovechando el tiempo disponible durante la cuarentena, busqué material médico y científico para comprender mejor qué estaba ocurriendo. Me di cuenta de inmediato de las numerosas incoherencias y del engaño.
Me informé a través de canales alternativos, alejándome de las fuentes oficiales que parecen estar dirigidas sólo a difundir terror y desinformación. La gravedad de la situación es innegable, pero hoy tengo ideas más claras, fruto de meses de investigación y de diálogo con otras personas que, como yo, han abierto los ojos.
Vivir en un sistema enfermo y corrupto no es fácil, especialmente rodeados de quienes han abrazado ciegamente la narrativa de los medios oficiales, alimentando un engaño que causa daños irreparables.
Las brujas han regresado
En cierto sentido, siempre he sido “la diferente”. El desacuerdo y el disenso han caracterizado mi camino frente al sistema médico, educativo y social. Mis pequeñas batallas contra las injusticias diarias a menudo han encontrado poco apoyo.
Siempre he sido esa “molesta”, a evitar, la que crea problemas. Pero no tengo la intención de conformarme con la mediocridad. Perdónenme, pero no tolero la incoherencia y mucho menos el engaño. Veo con claridad las razones de mi impopularidad y, hoy más que nunca, estoy orgullosa de ello.
Nos llaman “negacionistas”, antes los llamaban brujas.
Una carretera de sentido único
Estos últimos meses, salpicados de emociones negativas, no han sido nada fáciles. Al principio, descubrir el engaño me tomó por sorpresa; luego vino la ira, alternada con períodos de desánimo y depresión. Sentí la tentación de renegar de la realidad, deseando volver a mi zona de confort. Experimenté venganza, resignación y pasé noches en vela, oprimida por una angustia que me oprimía el pecho. A veces, simplemente querría desaparecer, para no ver más este horror.
Quien no puede soportar una realidad tan dura necesita defender la ilusión del mundo conocido, cómodo pero falso. Está dispuesto a luchar con todas sus fuerzas, temiendo que, si esa ilusión se derrumbara, el vacío resultante sería insoportable.
Por otro lado, quien ha visto el mundo ilusorio desmoronarse sabe que no puede volver atrás y seguir fingiendo. ¿Y entonces, qué hacer? ¿Permanecer eternamente enfadados y dejarse abrumar por la depresión? ¿O aprovechar esta oportunidad para dar un nuevo impulso a nuestra vida, aprender de la experiencia y transformar esa lección en un trampolín hacia la mejora y el crecimiento?
Puntos para la supervivencia
Este acontecimiento llegó en un momento particular de mi vida, en un período de profunda introspección en el que estaba cuestionando muchos aspectos de mi esfera personal. Después de un largo período de desorden, gradualmente he recuperado la lucidez y retomado el control de mis emociones y mis intenciones.
Para enfrentar esta situación, he comprendido que es fundamental:
- Aceptar la realidad
El mundo no es lo que creía, y nunca lo ha sido. He vivido en una gran ilusión. En un instante, mis certezas se derrumbaron, revelando nuevas perspectivas. El gran plan global simplemente ha desvelado la verdad sobre quiénes somos realmente, una realidad que siempre estuvo ante mis ojos, pero que aún no lograba ver con claridad. No hay correcto o incorrecto, simplemente es. Las personas son lo que son, y el sistema es lo que es. Debo aceptarlo. - Tomar decisiones
Después de tomar conciencia, es el momento de redefinir mi lugar en este nuevo mundo. Cada aspecto de mi vida —trabajo, tiempo libre, hábitos alimenticios, estilo de vida— necesita una reestructuración. Las viejas reglas ya no valen. - Ahorrar energías
Dejar de intentar convencer a otros de ver el engaño como yo lo veo es un paso importante. Puedo compartir mis ideas, pero no puedo forzar a nadie a aceptarlas. Explicar mis razones a quienes están dispuestos a escucharlas es suficiente; el resto es solo una pérdida de energía. - Canalizar las energías
Invertir mis energías en nuevos proyectos, creando en lugar de destruyendo. ¡Basta de oponerse a lo que no está bien! Es el momento de ver el presente como una oportunidad para generar algo positivo. - Buscar las respuestas dentro, no fuera
En momentos dramáticos, tendemos a esperar que la solución llegue desde afuera, creyendo que las causas de nuestras dificultades están fuera de nosotros.
Recordar que todo lo que sucede es mi responsabilidad. Tengo dentro de mí todas las respuestas; si cambio internamente, mi entorno también se transformará en armonía con quien soy. - Dejarse llevar por el flujo de la vida
Tranquilidad. Vaciar la mente. Dejar de querer controlar todo. Dejarse llevar con confianza, ya que el flujo de la vida siempre fluye a mi favor. ¡No hay nada de qué preocuparse!
Hacer las paces con uno mismo y construir un mundo ideal
Lo admito: me miré al espejo y me vi derrotada. Cuando toqué fondo, ya no sabía a quién culpar; sólo estaba yo.
Conservar tanta ira dentro no sirve de nada. Es fundamental hacer las paces, primero que nada con uno mismo. Debemos darnos permiso para liberarnos de las pesadas responsabilidades que asumimos.
Debemos permitirnos probar, cometer errores, vivir como venga, sin preocuparnos demasiado por lo que sucederá. Aprendamos a amarnos tal como somos.
Y una vez restablecida la conexión con nosotros mismos, también podemos reencontrar el vínculo con el mundo que nos rodea. Es el momento de abandonar el individualismo y comenzar a ver el conjunto: la comunidad, el entorno que nos acoge. Debemos respetarnos y respetar.
Este momento debe invitarnos a reflexionar seriamente sobre nuestra existencia, independientemente de las creencias que tengamos sobre lo que está sucediendo. Algo no ha funcionado, y nosotros, nos guste o no, somos parte de todo esto. Es el momento de comprender nuestro papel, de reconocer hacia dónde vamos, qué hemos hecho mal y cómo podemos mejorar aprendiendo de nuestros errores.
No quiero engañarte: no será fácil. Pero si no fuera tan malditamente complicado, ¿qué sentido tendría este juego que llamamos vida?
Con paciencia y buena voluntad, podemos lograr grandes cosas. Entonces, ¿queremos empezar a construir un nuevo mundo todos juntos?